Llegó entonces á Efeso un Judío, llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. 25 Este era instruído en el camino del Señor; y ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son del Señor, enseñando solamente en el bautismo de Juan. 26 Y comenzó á hablar confiadamente en la sinagoga: al cual como oyeron Priscila y Aquila, le tomaron, y le declararon más particularmente el camino de Dios. 27 Y queriendo él pasar á Acaya, los hermanos exhortados, escribieron á los discípulos que le recibiesen; y venido él, aprovechó mucho por la gracia á los que habían creído: 28 Porque con gran vehemencia convencía públicamente á los Judíos, mostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.” (Hechos 18:24-28).
Por favor, permítanme tiempo para desarrollar mi mensaje antes de que hagan un juicio prematuro sobre lo que el título podría o no implicar. Durante generaciones, nuestro Dios omnipotente ha clamado una y otra vez a través de su Palabra,
“Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre.” (Hechos 20:28).
Para conocer y seguir a Dios, debemos examinarnos constantemente. Se podría decir que debemos mirarnos en el espejo de Dios para vernos verdaderamente. Lo que se refleja en este espejo es quiénes somos. Entonces, ¿somos intelectuales? ¿Somos espirituales? ¿O somos ambas cosas?
Sin ánimo de causar ansiedad excesiva, afirmo con preocupación que debemos ser muy cautelosos al desarrollar una actitud de intelectualismo secular frente a espiritualismo. Creo que es necesario que comprendamos el significado de estos términos para comprender claramente la intención de este mensaje.
El intelectualismo secular puede definirse como poseer conocimiento mundano temporal, permitiendo a la vez que la mente capte ideas y relaciones desapasionadamente y ejerza un juicio racional. Es más, las personas pueden poseer dicho conocimiento y aun así estar sujetas a la inspiración y el liderazgo del Espíritu Santo.
El espiritismo, por otro lado, no siempre se caracteriza por ciertas manifestaciones físicas del Espíritu Santo. Se identifica fácilmente en 1 Tesalonicenses 5:23.
“23 Y el Dios de paz os santifique en todo; para que vuestro espíritu y alma y cuerpo sea guardado entero sin reprensión para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23).
En otras palabras, cada facultad espiritual que poseemos debe entregarse a Dios para que seamos identificados como espirituales. Entonces la espiritualidad cumple su función. Cuando una persona tiene la inspiración adecuada, puede ser productiva en cualquier campo laboral.
Este fue el caso de Jesús,
“Y Jesús volvió en virtud del Espíritu á Galilea, y salió la fama de él por toda la tierra de alrededor,” (Lucas 4:14).
¿De dónde regresó Cristo? Del desierto. Acababa de pasar cuarenta días siendo tentado por el diablo. Se nos dice que
“…no comió cosa en aquellos días: los cuales pasados, tuvo hambre.” (Lucas 4:2).
Entonces el diablo intentó todo tipo de maldad para persuadir al Hijo de Dios a que abandonara su espiritualismo y lo sustituyera por el intelectualismo. Usó Su deidad contra El; usó Su autoridad contra El; y usó Su debilidad carnal contra El. Iglesia, incluso usó la misma Palabra de Dios para intentar motivar a Cristo a que renunciara a su poder. Por supuesto, Jesús respondió a cada intento perverso usando la Palabra con poder. Quiero que presten especial atención al versículo 13. Nos muestra claramente lo que hace el diablo después de ser puesto en su lugar:
“…acabada toda tentación, el diablo se fue… de él por un tiempo.” Permítame recordarle las palabras de Santiago para que sepa que el diablo le hará lo mismo si es espiritual. “Someteos pues á Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá.” (Santiago 4:7).
El diablo debe huir cuando nos sometemos a Dios (como lo hizo Jesús) y lo resistimos (de nuevo, igual que Jesús). La palabra resistir en griego es anthistēmi. Significa oponerse, resistir. No estoy en contra del intelectualismo, pero el intelectualismo por sí solo no bastará para derrotar a nuestro enemigo espiritual.
Esa cualidad que nos permite realizar la obra (enseñar, predicar, evangelizar, discipular) es lo que llamo espiritualidad. El intelectualismo y la espiritualidad no deben oponerse, sino complementarse para beneficiar al Cuerpo de Cristo. La Iglesia se encuentra en una sociedad en constante evolución, y esta es, sin duda, la generación más intelectual con la que nos hemos topado. Debemos recordar siempre que no podemos ganar a los perdidos por nuestra cuenta:
“…No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu…” (Zacarias 4:6).
Eso es lo que impacta corazones y transforma vidas. Esa es la capacidad que Apolos tenía. Era elocuente, pero también poderoso en la Palabra. La Escritura dice que era ferviente y valiente en el Espíritu. Ferviente significa ardiente, resplandeciente, celoso. ¿Podría decirse lo mismo de usted y de su reflejo exterior de Cristo al mundo, según ese espejo celestial del que hablamos antes?
Deseo reiterar que no hay nada de malo en el intelectualismo secular siempre que permitamos que nos ayude y no nos domine. Deje que Él obre a través de usted, ya sea que se esté preparando para una clase de la Escuela Dominical o testificando a un compañero de trabajo. Séa espiritual: resista al diablo; obedezca al Señor. Sea intelectual: estudie la Palabra; séa poderoso en las Escrituras. Sea ambas cosas, para que pueda convencer poderosamente a alguien mostrándole quién es Jesucristo. ¡Amén!