El Azul Del Cielo

“Hay ortigas por todas partes, pero las hierbas suaves y verdes son aún más comunes; el azul del cielo es más grande que la nube.”

~ Elizabeth Barrett Browning

Esta cita es una gran explicación de mis sentimientos sobre la vida. A menudo puedo desanimarme o entristecerme por las simples pruebas o dificultades de la vida; sin embargo, sigo recordándome a mí mismo que debo mirar más allá de las “cosas” negativas y abrir los ojos a las alegrías de la vida. Dios nunca nos prometió un camino de rosas, pero prometió que nunca nos dejaría ni nos abandonaría. “…porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Las pruebas de la vida son lecciones que nos ayudan a crecer espiritualmente. Cuando todo lo demás en tu mundo se haya desvanecido, sólo hay un lugar al que acudir. 

El mundo ha llenado la mente de muchos haciéndoles creer que hay lugares a los que recurrir cuando las cosas no salen según los planes. Tenemos muchas distracciones que a menudo superan los buenos lugares a los que recurrir. A veces pensamos en otra forma de resolver nuestros problemas por nuestra propia cuenta, sin la ayuda de nuestro Creador. ¡Esto no es lo que Él tenia en Su mente para nuestras vidas!

Sé que es difícil mirar más allá del mal para encontrar el bien, ¡pero es posible! “Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (Marcos 10:27). Dios nos da estas pruebas para mostrarnos que verdaderamente necesitamos depender de Él. ¡Él es el único que puede ayudarnos en todos los buenos momentos junto con los malos! No tienes que tener miedo de confesarle tus temores. Ya Él los conoce todos. El requisito para ti es simplemente darlos a conocer y Él responderá a todas tus necesidades. ¡No cometas el error de correr o huir a un rincón cuando la vida parece dura! Esa no es la mejor solución y, al final, no te llevará a ninguna parte.

Otra cosa para recordar es no desperdiciar toda tu vida en tesoros en este mundo. Necesitamos darnos cuenta de que todo lo de este mundo algún día pasará. Todo se habrá ido. “Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1 Juan 2:17). “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). 

Si solo dependemos de las cosas físicas para mantenernos felices, ¿qué vamos a hacer cuando desaparezcan? ¿Realmente importará si nos hacemos un nombre en esta tierra y somos famosos en todo el mundo? ¿Acaso esto nos garantiza un lugar en el cielo? No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón” (Mateo 6:19-21). La cantidad de dinero en nuestra cuenta de ahorros no va a pagar nuestro camino a la eternidad con Aquel que nos insufló vida. ¡Él no mirará nuestra apariencia física para ver si somos APTOS para el cielo! ¡Estas no son las cosas importantes en la vida! 

En cambio, debemos considerar nuestra propia vida espiritual y ver cómo calificamos en ese aspecto.  

“Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso; mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8). La santidad es lo único que es verdaderamente provechoso en esta vida y en la venidera. 

¿Cuánto nos preocupamos realmente por quienes nos rodean? ¿Estamos dispuestos a dar nuestra vida por otra persona? “En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.” (1 Juan 3:16). ¿Qué tal sacrificar unas horas de nuestro precioso tiempo para ayudar a alguien que lo necesita? Recuerde, ¡Él pagó el precio máximo para salvar nuestras almas! ¡Es lo mínimo que podemos hacer para devolverle ese favor! Los profetas y discípulos de la antigüedad estaban dispuestos a ser crucificados por su fe. ¿Estamos verdaderamente dedicados a Él, para que podamos decir con orgullo: “¡Toma mi vida, para poder comprobar mi amor!”? No creo que muchos puedan ponerse de pie y decir estas palabras. Debemos darnos cuenta de que nuestras pruebas diarias en la vida no son nada comparadas con la tortura que Él enfrentó mientras ministraba en esta tierra.

Cuando una nube viene a tapar el sol, ¡recuerda que el cielo está del otro lado! ¡El azul del cielo es más brillante y más poderoso que cualquier lucha que podamos enfrentar en esta vida! “Porque tengo por cierto que lo que en este tiempo se padece, no es de comparar con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada” (Romanos 8:18).